
Durante años, como padres, buscamos ser ejemplo, fortaleza, figura de admiración… y sin querer, muchas veces empujamos a nuestros hijos a idealizarnos.
Ocultamos nuestras heridas, nuestros errores, nuestras dudas, y levantamos un muro de perfección que nos aleja de la conexión real.
Pero llega un día en que ese muro se rompe… y nuestros hijos nos ven de verdad. Y ahí, donde debería nacer la compasión, a veces nace el juicio.
Bienvenidos al podcast KONSIENTE, un espacio para pausar, sentir y mirar la vida con el alma. En este episodio vamos a hablar de esa caída del pedestal, del dolor que produce y también del regalo que es.
Desde el método KONSIENTE, mostrarnos vulnerables ante nuestros hijos no nos hace menos, nos hace humanos. Porque los hijos no están para juzgar a sus padres, sino para comprender su lugar.
Y esos que alguna vez somos niños e infantiles, más rápido que tarde nos volvemos adultos y entre los muchos cambios que se presentan, esta nuestra forma de ver al mundo y en especial de ver a nuestros padres.
La visión infantil vs la visión adulta:
Visión infantil: Como niños, tendemos a ver a nuestros padres como figuras perfectas, o si no lo son, los culpamos por nuestras heridas y carencias. Esta visión es limitada porque está filtrada por nuestras necesidades emocionales y la inmadurez emocional de la infancia.
Visión adulta: Con el tiempo, a medida que maduramos, debemos empezar a ver a nuestros padres no como los “superhéroes” que queríamos que fueran, ni como los “villanos” que nuestra mente infantil puede haber imaginado. Empezamos a verlos como seres humanos, con sus propias limitaciones, miedos y heridas. Y este cambio de perspectiva es fundamental para sanar y liberarnos de los patrones heredados. Y hablando de superhéroes les quiero compartir una anécdota importante de mi vida que me genero profundo reflexiones . Mi hija Natalia me escribió una hermosa carta, donde me decía : mis amigos del colegio deben ir al cine o acudir a la TV para ver a los superhéroes y a mi no me toca , porque yo lo tengo en casa ,ese eres tu. Eso ademas de darme un profundo orgullo, me llevo a reflexionar sobre la imagen que estaba proyectando en ella y que tan real era, y ademas a tomar la decisión de cambiar para mostrarme ante mis hijos , más auténtico y real.
También me ubico en los momentos de la vida , donde veía a mi papá en su intento de mostrase perfectos y al descubrirlo en sus errores , me llene de juicios contra el . Indudablemente en las relaciones padres e hijos , se requiere invertir tiempo para sanar.
- Sanar es entender:
Cuando te permites revisar cómo has visto a tus padres durante toda tu vida, te lleva a comprender y reconocer su humanidad.
Pero no desde la justificación ni la resignación, sino desde la conciencia plena. Cuando hablamos de reencontrarnos con nuestros padres desde una mirada adulta, no se trata de borrar lo que pasó, sino de resignificarlo. Comprender que nuestros padres no fueron dioses ni villanos, sino seres humanos con sus propias heridas, sus propias limitaciones y su nivel de conciencia en ese momento.
- Sanar para no heredar, es transformar nuestra historia:
Cuando nos convertimos en padres, algo dentro de nosotros se remueve. No solo por la inmensidad de traer una vida al mundo, sino porque, sin darnos cuenta, nuestros propios fantasmas de la infancia vuelven a tocar la puerta. Las heridas que no sanamos con nuestros padres, de alguna forma, se reflejan en la relación con nuestros hijos. La crianza KONSIENTE comienza con la sanación personal. No podemos ofrecer seguridad emocional si aún cargamos con miedos no resueltos. No podemos ser el refugio de nuestros hijos si seguimos sintiéndonos desprotegidos internamente. No podemos enseñar amor propio si aún no nos reconocemos con amor.
- Honrarlos es liberarlos:
Cuando sanamos nuestras heridas infantiles, no solo nos liberamos nosotros: liberamos también a nuestros padres de la expectativa inconsciente de que debieron ser distintos. Cuando tú sanas, tus padres también lo sienten. Cuando eliges relacionarte desde la compasión en lugar del reproche, algo en ellos también se suaviza. A veces, no se trata de decirles todo, sino de mostrarles desde tu presencia y tus actos que estás eligiendo un camino diferente. Que no los juzgas, que los reconoces… y que estás aprendiendo a amar mejor.
4. Soltar las expectativas:
Sanar la relación con nuestros padres no comienza exigiéndoles lo que no supieron darnos, sino soltando la idea de que debieron haber sido distintos. Durante años cargamos con la esperanza —muchas veces inconsciente— de que mamá o papá algún día cambiarán, pedirán perdón, nos darán aquello que tanto nos faltó. Pero esa espera solo prolonga la herida. Soltar las expectativas no es resignarse, es liberarse. Es dejar de mirar hacia atrás con reclamo, y empezar a mirar con compasión. Es aceptar que quizás nunca recibamos ciertas palabras, ciertos gestos, pero que aún así, podemos sanar, amar y construir algo nuevo.
Y en esa transformación, ocurre lo más poderoso: los miramos con ojos de empatía, y comenzamos a ver lo que antes no podíamos ver. No al padre ausente, sino al hombre que no supo cómo estar. No a la madre rígida, sino a la mujer que nunca fue abrazada.
5. Sanar desde el sistema:
Es entender que no vinimos al mundo a juzgar a nuestros padres, vinimos a amarlos y aceptarlos ; no vinimos a competir con ellos y superarlos, pues ellos por el solo hecho de darnos la vida , van a ser mas grandes que nosotros y sus zapatos siempre nos van a quedar que nosotros .
6. Romper los muros:
Esos muros que hemos construido —a veces con rabia, otras con silencio o indiferencia— fueron mecanismos de defensa que nos protegieron cuando éramos niños. Pero hoy, desde la adultez, ya no nos protegen… nos aíslan. Cuando soltamos el juicio y el reclamo, se abre espacio para el entendimiento. Cuando dejamos de esperar que sean como queremos, podemos empezar a amar desde lo real, no desde lo ideal. Y no se trata de negar lo que dolió, sino de sanarlo desde una nueva mirada, una más empática, más madura, más Konsiente.
CIERRE PODEROSO:
Sanar el vínculo con nuestros padres no se trata de cambiar el pasado, sino de mirar con nuevos ojos el camino que recorrieron. Abracemos la vida con madurez, empatía y amor, entendiendo que detrás de cada herida hay una historia no contada, un miedo no dicho, un amor que no supo expresarse.
Desde el método Konsiente: hoy te invito a reencontrarte, no para exigir respuestas, sino para construir puentes donde antes hubo silencios. Que ese reencuentro sea un acto de libertad, de honra, de profunda humanidad. Porque cuando uno sana con sus padres, no solo sana su historia: transforma su legado.