
Eran las siete de la noche y me asomé al balcón para como suele suceder en estos días, conectarme con la ciudad. Un contacto que resulta diferente, en la medida que el ruido de los carros y sus bocinas, el transitar acelerado de la gente, han dado paso a una filarmónica de grillos que desde notas musicales desconocidas llegan a mi oído, al ir y venir de bicicletas y motos, que con la disciplina de un ejército de hormigas se detienen en los andenes y las puertas de los edificios prestando un sin igual servicio, a la danza de los árboles que encuentran en el aire fresco y renovado su mejor coreógrafo para moverse con envidiable libertad.
En ese inusual y nuevo ambiente, sentí que había una andanada de mensajes para mí y entonces bajo el arrullo de una brisa plácida y consentidora, decidí cerrar mis ojos y darme un espacio privilegiado para la escucha. Si pudiera explicar que quería escuchar, la respuesta es contundente, NO SE y creo que fue el arrancar desde ese punto de partida y haciendo caso a la incertidumbre, lo que permitió darle paso a un sinnúmero de voces que venían de todos lados y que se comenzaron a manifestar.
No tenían un orden lógico, ni rangos, ni jerarquías de ninguna índole, fueron surgiendo de manera espontánea y así el primero que pareció fue el tiempo que con un susurro al oído me dijo, aprovéchame, vive desde el ahora, deja atrás el pasado, es hora de avanzar, paso seguido escuche la voz de la compasión, que me preguntaba que si lo que había prosperado en mi vida en todos los campos, lo estaba poniendo a disposición del ego y la vanidad o estaba al servicio de la humanidad, surgió entonces desde el fondo con mucha potencia la voz del señor del peto que con su corneta representaba a aquellos que muchas veces no veo y valoro, diciéndome desde lo más profundo de su ser, necesito que nos veas, pidiéndome con justa razón que le reivindique su derecho sagrado a ocupar un lugar en el mundo, y luego escuche las voces de los ancestros y mayores, ya un poco apagada por el pasar de los años pero con una ternura angelical, me decían: la experiencia y la sabiduría solo se construyen con el pasar de los años, es momento de vernos, de honrarnos y de reconocer desde el amor y la gratitud lo que significan nuestras canas.En ese inusual y nuevo ambiente, sentí que había una andanada de mensajes para mí y entonces bajo el arrullo de una brisa plácida y consentidora, decidí cerrar mis ojos y darme un espacio privi-legiado para la escucha. Si pudiera explicar que quería escuchar, la respuesta es contundente, NO SE y creo que fue el arrancar desde ese punto de partida y haciendo caso a la incertidumbre, lo que permitió darle paso a un sinnúmero de voces que venían de todos lados y que se comenzaron a manifestar. No tenían un orden lógico, ni rangos, ni jerarquías de ninguna índole, fueron surgiendo de manera espontánea y así el primero que pareció fue el tiempo que con un susurro al oído me dijo, aprovéchame, vive desde el ahora, deja atrás el pasado, es hora de avanzar, paso seguido escuché la voz de la compasión, que me preguntaba que si lo que había prosperado en mi vida en todos los campos, lo estaba poniendo a disposición del ego y la vanidad o estaba al servicio de la humanidad, surgió entonces desde el fondo con mucha potencia la voz del señor del peto que con su corneta representaba a aquellos que muchas veces no veo y valoro, diciéndome desde lo más profundo de su ser, necesito que nos veas,
pidiéndome con justa razón que le reivindique su derecho sagrado a ocupar un lugar en el mundo, y luego escuche las voces de los ancestros y mayores, ya un poco apagada por el pasar de los años, pero con una ternura angelical, me decían: la experiencia y la sabiduría solo se construyen con el pasar de los años, es momento de vernos, de honrarnos y de reconocer desde el amor y la gratitud lo que significan nuestras canas. No había terminado de escuchar eso, cuando como un huracán irrumpió el medio ambiente y curiosamente me hablo en costeño: Eche cuadro, ¿cuál es tu vaina?, hasta cuando carajo vas a entender que me tienes que cuidar?, cuantas pruebas te tengo que dar que me estás jodiendo, sigue pensando que la mazamorra es caldo, es tiempo de parar. Luego apareció una voz quebrada por el llanto, con la secuela de estar afectada por muchos años, la voz de la honestidad, que me dijo: quiero que te ganes el pan de tu vida desde el conocimiento y el trabajo, sin gustar del dinero fácil y sin rendir culto a la banalidad, cada vez que te vuelas mi cerco, desde tu visión individualista no dimensionas el daño que le haces a la humanidad, llegaban otras voces, la de la familia, la salud, la de mi cuerpo y muchas más, que formaban una alaraca que no me permitía oír con claridad y en medio de ello, se elevaron dos; la de la madre tierra que con autoridad, pidió un llamado a la unidad a una gran convocatoria para instaurar un nuevo orden, donde tengan convergencia hombre, medio ambiente, mundo animal, mundo vegetal y donde todos nos miremos por igual, donde nadie se crea con poder sobre el otro, donde cese la acumulación de riquezas y poderes, donde nadie se muera de hambre y desamor, donde dobleguemos nuestra soberbia creyéndonos amos del mundo desde la acumulación de lo material, y desde lo alto, la voz del creador , que su inmensa misericordia me dijo: ten fe, has buen uso del libre albedrío, ve con los ojos del corazón donde está lo esencial, escucha las voces que lo necesitan, que lo que está sucediendo tenga un sentido, que te haga cambiar.
Abrí los ojos, con el remojo sutil de una lágrima que se me insinuó, escuché mi voz, que me comprometió a actuar ya. Y Tu ¿Cuáles son las voces que necesitas escuchar?