
Frase de apertura poderosa:
“Papá no es perfecto… pero quizá no necesitamos idolatrarlo para poder honrarlo.”
Bienvenidos a un nuevo episodio de KONSIENTE, el espacio donde el alma respira, el corazón se escucha y el juicio se transforma en comprensión.
Hoy vamos a hablar de una figura que todos tenemos, hayamos crecido con ella o no: la figura paterna.
Y de por qué, merece ser celebrada.
La vida me ha dado la posibilidad de estar en las dos orillas, la de hijo y la de padre. Lo que me ha permitido tener una gran visión de eso que muchas veces cuestionamos y juzgamos de nuestros padres y que después sufrimos en carne propia con nuestros hijos. Tenemos la propensión a idealizar a nuestros papas, muchas veces porque ellos desde el amor, se encargan de crear una imagen de perfección y que lo resuelven todo, que hace que los montemos en un pedestal. Así lo viví con papä y así lo repliqué con mis hijos.
Todo eso trae unas consecuencias en el relacionamiento de padre a hijos , donde requerimos decir verdades que se silencian y que casi no se tocan:
- Papá no es un superhéroe.
No vino con capa, ni con poderes, ni con soluciones perfectas.
Vino con heridas. Con carencias. Con historia.
Y muchas veces, sin saber cómo se ama a un hijo… porque a él tampoco lo amaron como necesitaba.
Algunos papás gritan. Otros se ausentan.
Algunos ponen límites que duelen.
Otros nunca los ponen.
Y en medio de esa imperfección… nosotros crecimos.
Pero, ¿qué pasaría si hoy lo miramos con otros ojos?
- Sana la herida, no para él… sino para ti
Sí. Tal vez papá falló.
Tal vez no escuchó, no abrazó, o no estuvo.
Pero quedarse en el dolor es como vivir en una habitación donde ya no hay nadie, solo tú.
Y mereces abrir la puerta y respirar diferente.
Sanar la herida paterna no significa justificar lo que dolió, sino liberar el juicio que sigue doliendo.
Porque mientras sigamos esperando que sea ese papá que nunca fue… seguiremos siendo esa persona que no sabe qué hacer con lo que siente.
- Sabes… Verlo como un ser humano… cambia todo
Papá no es un villano.
Tampoco es un dios.
Es un ser humano. Un gran ser humano, si lo miras bien.
Porque nos dio la vida , hizo lo que pudo, con lo que tenía, y como sabía.
Cuando dejamos de exigirle que sea perfecto, podemos amarlo desde la compasión, no desde la deuda.
Y si papá ya no está, si nunca estuvo, o si no puedes hablar con él… igual puedes reconciliarte.
Porque la paz con la figura paterna no siempre se construye con palabras, sino con conciencia interna.
No hay sistema familiar sin padre.
Y aunque muchas veces estuvo ausente, frío, o no supo amarnos como queríamos…
el dolor no se sana juzgándolo, sino reconociéndolo como es, no como queríamos que fuera.
Sanar a papá no es decir que todo estuvo bien.
Es dejar de pelear con su sombra y empezar a ver su humanidad.
Porque solo cuando soltamos la rabia, el juicio o el abandono…
podemos abrir espacio dentro de nosotros para crecer sin cadenas.
Sanar al padre es liberar al hijo.”
Ahora… quiero invitarte a un momento de silencio…
Un instante solo tuyo, donde no se necesita entender, sino sentir.
Porque a veces, lo que más necesitamos no es hablar… sino mirar adentro, sin juicio, sin culpa, con el alma abierta.
Te invito a encontrarte, no con el padre ideal, ni con el que imaginaste en tu infancia…
Sino con el ser humano real que habitó ese rol en tu vida.
Con sus errores, con sus intentos, con su historia… y también con su humanidad.
Respira profundo.
Y permítete conectar desde un lugar diferente.
Cierra los ojos un instante.
Imagina a tu padre frente a ti.
No al ideal. No al que quisiste. Al que fue.
Míralo con otros ojos, con amor con compasividad Y dile en silencio:
“Ya no te juzgo. Me libero de exigirte ser alguien que no pudiste ser. Y en tu humanidad, hoy te honro.”
Respira profundo y lleva este momento intimo a tu corazon con una gran inhalación .
Eso también es amor. Y desde la gratitud y con gozo abre tus ojos y ahora háblale imaginariamente a papá:
A ti, papá, que hoy me escuchas… no te pido que seas perfecto. Te pido que seas real.
Que no escondas tus errores, que te muestres humano, que pidas perdón cuando hieres.
Que hables con tus hijos, no desde el deber… sino desde el corazón.
Tus hijos no necesitan un modelo imposible, necesitan un papá presente, imperfecto, pero honesto.
Un papá que se atreva a romper con lo aprendido,
que abrace lo incómodo,
y que tenga el coraje de construir una relación nueva, sin miedo y con alma.”
“De todas las experiencias que he tenido en la vida,
ser papá ha sido la más transformadora.
Porque en ese rol he sido muchas veces el maestro…
pero muchas más, el aprendiz.
Mis hijos me han enseñado a sentir, a detenerme, a mirar la vida con ojos nuevos.
Y aunque no siempre he sabido hacerlo bien,
he descubierto que estar presente vale más que estar perfecto.
Hoy quiero hablarle a todos los papás:
Tu hijo no necesita solo techo, comida o regalos.
Necesita tu mirada, tu abrazo, tu palabra, tu silencio compartido.
Te necesita ahí… no solo cuando puedas, sino también cuando no sepas cómo.
No renuncies al privilegio de ser papá.
No te resignes a la ausencia.
Porque un padre presente no solo cambia una vida… cambia una historia entera.”
“No celebremos a papá por ser perfecto. Celebrémoslo por ser humano. Porque en su imperfección, también nos dejó algo valioso: el deseo de amar diferente. Hoy no celebramos al padre inalcanzable. Hoy honramos al que está en proceso, al que lo intenta, al que quiere hacerlo distinto. Porque cuando un padre se sana… un linaje entero respira diferente.”
Despedida:
Gracias por abrir tu alma un momento más en KONSIENTE.
Nos encontramos en el próximo episodio.
Y recuerda: sanar no siempre es olvidar… a veces es mirar con otros ojos.