
Bienvenidos a un nuevo episodio de KONSIENTE, el espacio donde el alma respira, el corazón se escucha y el juicio se transforma en comprensión.
Hoy quiero invitarte a detenerte unos minutos… a respirar, a mirar hacia adentro, y a reflexionar sobre lo que significa ser un ciudadano konsiente en medio de tiempos de crisis, donde el país vibra, se sacude y nos exige presencia, responsabilidad y humanidad.
Vivimos en una época de cambios profundos.
Una época donde lo externo está en constante movimiento, y muchas veces, nos atrapa la angustia, el miedo o el juicio rápido.
Pero ser un ciudadano konsiente no es reaccionar…
es elegir actuar desde la consciencia, la ética y la compasión.
Cuando todo a nuestro alrededor parece perder la forma…
el llamado más urgente es a no perder la forma interior.
Porque un país no se transforma solo con reformas…
se transforma cuando cada persona decide mirarse, cuestionarse y evolucionar.
Colombia atraviesa momentos complejos.
No lo decimos desde el miedo ni desde el drama, sino desde la realidad: los ánimos están agitados, la desconfianza crece, y el odio se propaga con una facilidad espeluznante.
Y, sin embargo, en medio de todo esto, tú y yo seguimos aquí.
Despertando, trabajando, opinando, eligiendo, actuando.
Y cada cosa que hacemos —aunque parezca mínima— cuenta.
Lo que compartimos, lo que callamos, cómo tratamos al otro, desde qué lugar hablamos o desde qué emoción decidimos.
El problema no está solo en los líderes.
El problema es cómo muchos hemos aprendido a funcionar en automático.
Gritamos antes de preguntar.
Compartimos antes de verificar.
Ofendemos antes de escuchar.
Y justificamos todo esto con la idea de que “el país está mal”.
Colombia ha sido herida muchas veces.
Ha sido desangrada por quienes usan el poder como arma, por quienes confunden la justicia con venganza, por quienes aprendieron que el miedo se combate con más miedo.
Pero también ha sido sostenida por miles de personas que todos los días se levantan a sembrar, a sanar, a educar, a crear.
Somos el país de las madres que no se rinden.
De los líderes sociales que, aún amenazados, siguen hablando.
De los jóvenes que escriben rap con rabia, sí, pero con conciencia.
De los campesinos que cultivan paz en medio de la pólvora.
De los pueblos que, aunque el Estado los olvide, se recuerdan a sí mismos.
Colombia ha demostrado una capacidad inmensa para volver a levantarse.
Después de masacres.
Después de desplazamientos.
Después de acuerdos que se han roto y otros que se han intentado sostener.
Después de promesas vacías y cicatrices abiertas.
Y sin embargo, aquí estamos.
Soñando.
Creando.
Cantando.
Intentando.
Pero también es cierto algo doloroso: no basta con resistir.
No basta con sobrevivir.
Si seguimos repitiendo los mismos discursos de odio, si seguimos justificando la violencia “porque así ha sido siempre”, si seguimos indiferentes o resignados, lo que nos espera es más de lo mismo.
Más miedo.
Más silencio.
Más sangre.
La resiliencia es una virtud…
pero también puede volverse trampa si solo nos adaptamos al dolor sin transformarlo.
Colombia no puede seguir siendo un país que se enorgullece solo de su aguante.
Necesitamos pasar del aguante a la sanación.
De la memoria al compromiso.
Del “eso no me toca” al “¿qué estoy haciendo yo por cambiarlo?”
Pero ¿y si el país empieza a cambiar desde las microdecisiones que tomamos todos los días?
Ser un ciudadano konsiente no es andar con una etiqueta moral en la frente.
Es preguntarte de forma honesta si lo que haces contribuye o destruye.
Si lo que dices genera comprensión o rabia.
Si estás actuando desde la frustración o desde la responsabilidad.
Ser un ciudadano konsiente es mirar a los ojos al portero, al mesero, al vecino, al que piensa distinto, y no ver un enemigo, sino otro ser humano que también está haciendo lo mejor que puede.
Es participar sin fanatismos.
Es involucrarse sin aplastar al otro.
Es reconocer que ser parte de una comunidad implica más que exigir: implica aportar.
La coherencia no es un ideal inalcanzable.
Es simplemente alinear tu pensar, tu sentir y tu actuar… aunque a veces cueste.
Es sostener tu integridad incluso cuando la mayoría elige el atajo.
Es elegir cuidar tus palabras, porque entiendes que el lenguaje puede ser un arma o una medicina.
Colombia no se rinde, pero eso no es suficiente.
Colombia merece paz.
No una paz maquillada, sino una que se construye desde lo cotidiano:
desde cómo hablas con quien piensa distinto,
desde cómo educas, votas, denuncias, acompañas, escuchas.
Ser resiliente ya no es solo resistir.
Es responsabilizarse.
Es transformar la rabia en acción.
El dolor en sentido.
El país, en hogar.
La esperanza no es ingenuidad.
Es un acto político y espiritual profundo.
Es decidir seguir apostándole al bien, a lo humano, a lo colectivo…
aun cuando el panorama esté nublado
Ser un ciudadano konsiente no es un rol político…
es un rol humano.
Es elegir la compasión sobre el odio.
La acción sobre la indiferencia.
La conciencia sobre la reacción.
Y hoy, más que nunca, Colombia necesita de tu luz.
No de una luz perfecta…
sino de una luz real, presente, despierta.
Te invito a cambiar el mundo.
Te invito a observar con honestidad cómo lo estás habitando.
¿Qué tipo de energía estás dejando a tu paso?
¿Desde qué lugar estás participando en esta historia colectiva?
Porque Colombia no se transforma desde arriba ni desde afuera.
Se transforma desde adentro.
Desde cada uno.
Desde ti.
Es tiempo de cambios, así que, vamos de nuevo.
Si, vamos de nuevo por una Colombia sin odios, sin miedos… con todos. Y no como un partido político, ni un color, si no como un llamado a los corazones que aun creemos, un llamado a los que estamos cansados de gritar y construir, un llamado a los que sabemos que el cambio no nace del odio si no de la consciencia.
Gracias por abrir tu corazón una vez más en KONSIENTE.
Nos escuchamos en el próximo episodio.
Y recuerda:
✨ No hay transformación colectiva sin primero un despertar individual.
✨ Sigue aquí… sigue despierto… sigue konsiente.